14 de mayo de 2010

CHAMPAGNE

El nombre viene de la región de Champaña, en el noroeste de Francia, aunque ya era conocido por los romanos (que lo denominaban vinum titillum). En el siglo XV ya era conocido por este nombre en París, aunque no en su región de origen donde el término champagne designaba tierras baldías.

Durante el siglo XVII se populariza el consumo de estos vinos en las cortes inglesa y francesa gracias al impulso de algunas familias de esta región. Hacia 1660 se comienza a embotellar poco antes de terminar la primera fermentación, a fin de conservar mejor sus aromas, pero a consecuencia de ello aparecen las burbujas, sobre todo en los vinos pálidos, de baja graduación y embotellados en el equinocio de primavera. Esta efervescencia fue una fuente de preocupaciones para los productores que lo denominaron "vino del diablo" y "salta-tapones", por las botellas estalladas y los tapones que saltaban. Si no llega a ser por la popularidad que este vino burbujeante tuvo en Inglaterra, se hubiera abandonado esta forma de producción.

En el año 1638 nace Pierre Pérignon, que sería abad de Hautvillers desde 1668 hasta su muerte en 1715. Dom Pérignon es el hombre clave en el futuro del Champagne. Nadie sabe qué hay de verdad y de leyenda en su vida, pero es evidente la importancia de su papel.
Se dice que era ciego y que al probar una uva, sabía inmediatamente de qué viñedo procedía.

En 1661 Dom Pérignon ordena cavar en la creta, una gran cava con capacidad para 500 barricas. La abadía tenía unas doce hectáreas de viñedo y recibía las uvas en concepto del cobro de diezmos, de los excelentes viñedos de Ay y Avenay.

La naturaleza de esos diezmos fue objeto de incesantes litigios entre los campesinos y el abad. Gracias a estas polémicas, sabemos que cultivaban la cepa tinta Pinot Noir.

La leyenda convirtió a Dom Pérignon en el Padre del Champagne, el vino blanco burbujeante que es considerado máximo símbolo de elegancia y distinción en el beber. El guardado secreto para producirlo es lo que de seguro crea la leyenda en torno al monje alquimista.


Pierre Pérignon, por tanto, fue una figura decisiva en la transformación de estos vinos y, por ende, en el enriquecimiento posterior de toda la comarca. Nombrado chef de cave de la Abadía de Hautvillers, este fraile legendario y genialoide cuya vida discurre paralela a la del Borbón Luis XV, descubrió por casualidad lo mucho que mejoraba el sabor de sus vinos una segunda fermentación y adaptó a ese proceso de elaboración los mayores avances técnicos de la época; avances que aún hoy perduran: el vidrio de doble grosor y un tapón en forma de hongo que aguanta la presión del carbónico. Luego, la difusión internacional de este vino se asocia a grandes mujeres: Madame de Pompadour le dio el marchamo de bebida de seducción (decía que se encontraba más bella después de beberlo) y la Viuda Clicquot o Mme. Jacques Bollinger crearon siglos después dos de las más reputadas marcas. El nombre de su inventor, por cierto, ha bautizado la reserva más famosa y cara de la casa Moët et Chandon, dueña desde 1822 de la abadía que vio nacer el invento.

La industria del champán en Francia, concentrada sobre todo en los alrededores de las ciudades de Reims y Épernay, se divide en atención a los volúmenes producidos, entre grandes marcas de elaboración, tales como Moët & Chandon, Bollinger, Veuve Cliquot y Krug, y vinateros más artesanales, cuyas producciones son mucho menores.

Veuve Clicquot

Bajo el nombre de la ilustre viuda Clicquot -de soltera Ponsardin- se alza una de las casas más fieles al espíritu de Champagne, que se perpetúa en un afán perfeccionista, tanto en la calidad del viñedo (doce Grands Crus y catorce Premiers Crus en las tres principales zonas de Champagne) como en los criterios de exigencia de cada cuvée.


Esta célebre «etiqueta amarilla» distingue a uno de los mejores Champagne Brut de assamblage sin añada, admirado por su frutosidad, su corpulencia y su sabrosa persistencia.

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